Yo las mías no las voy a contar. Voy a contar las de mi padre, que son más divertidas. Mi despiste lo heredé de él, y él de su madre. De hecho vamos a empezar con su madre.
Su madre (mi abuelita) con poco más de cuarenta años -mis padres por aquel entonces eran novios- haciendo unos macarrones, empezó a quejarse en bajito, diciendo: Ay madre, cada vez veo peor, me estoy quedando ciega, tengo que ir al oculista porque esto no puede ser. Mi madre (su nuera), que la estaba oyendo se le acercó, le quitó las gafas, las puso debajo del grifo y limpió la salsa de tomate que había salpicado. Se las puso de nuevo y mi abuela super contenta porque volvía a ver.
En otra ocasión, mi abuelita se fue a acompañar a una amiga suya muy estirada y antipática a comprar un abrigo a una tienda. Después de probarse varios, esta señora decidió que no le gustaba ninguno y que ya volvería en otra ocasión. Cuando fue a echar mano de su abrigo, no lo encontraba, y como era un abrigo caro empezó a despotricar y las dependientas cerraron las puertas de la tienda para controlar si aún estaba el abrigo dentro. Tras cuarenta minutos de búsqueda, mi abuela se sentó fatigada y dijo: "el caso es que no sé para qué hemos traído abrigo, yo no puedo soportar el calor" y de pronto se le clavaron todas las miradas. De su amiga, de las dependientas... Llevaba puesto el abrigo de su amiga y encima el suyo. Esto quizá no tendría tanto impacto si no fuera porque mi abuela mide unos 150 cm y su amiga más de 180 (es una pareja curiosa) y el abrigo se arrastraba por el suelo y le sobraban palmos de manga. Pero no se había dado cuenta.
Mi abuela aún era jóven, pero seguro que sospecháis que puede tener que ver con la edad. No es por la edad:
Mi padre cuando yo era pequeña, era visitador médico. Así que viajaba mucho por su zona. Después de cada viaje le abríamos la maleta porque se habia guardado (sin querer, lo juro) el mando de la tele del hotel. Y como eran en su mayoría universales y nosotros los rompíamos con mucha facilidad (se nos caía al suelo), teníamos un cajón lleno y según se rompían sacábamos otro.
Mi padre es de los que cuando se oye en la tele un móvil coge el suyo pensando que es para él. Pero es más divertido cuando se confunde y coge el mando de la tele para contestar. Lo de los móviles en él es otra historia. La de veces que ha tenido que salir corriendo detrás del taxi por dejárselo en el asiento... una vez llegó a parar un avión justo antes de despegar por haberse dejado el móvil en la sala de espera.
Mi padre es un buen hombre y me quiere (o eso dice, jajajaja), pero por la calle tengo que pararle y decirle: ¡que soy yo! porque me ve y no me reconoce. No se fija en mi cara, vamos. También le pasa con mi hermano, mi madre, o cualquier cara conocida.
Pero nosotros le perdonamos. Cuando guarda los mandos de la tele en el congelador, o cuando en el hipermercado mi madre le pidió una cesta de la compra, y mi padre vio un cubo con una fregona de exposición, y cogió el cubo, sin pensar, claro, sí que sabe distinguir entre cubo y cesta de la compra...
De hecho, el día siguiente a esta última anécdota era domingo y estábamos los dos despiertos ya de hacía rato, serían las once de la mañana, pero mi padre iba a preparar café y yo me apunté a tomar uno. (Hablo de cafeteras de toda la vida y fuegos de toda la vida. Ni cafeteras exprés ni vitrocerámica). Mi padre abrió la cafetera puso el agua donde toca, puso el pinganillo para el café y cerró la cafetera. Y la puso al fuego. Yo me lo quedé mirando, y le dije: "papá, no has puesto el café". Rápidamente apagó el fuego y dijo: "madre mía, qué semana llevo, ayer acompañé a tu madre al hipermercado..." y según me está contando la historia, abre la cafetera dejando al descubierto el pinganillo del café, se acerca a la nevera, la abre, saca la leche se acerca a la cafetera y la empieza a echar donde va el café. Yo grité "nooooooooo".... y mi padre de un respingo se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Seguí haciendo yo el café y eché a mi padre de la cocina. Pero se le olvidó que quería un café así que cuando volvió a la cocina, su taza de café con leche estaba fría. Así que fue a meterlo en el microondas, pero no sé en qué estaría pensando que lo metió en el armario de los platos limpios. Y se fue de la cocina, esperando que se calentara. Volvió al rato, y abrió el microondas. Y como no vio el café dentro, pensó:"pues ya me lo habré bebido..." y se fue. El café se lo encontró mi madre cuando fue a poner la mesa para comer.
Luego os cuento más, y algunas mías.
|
la imagen era lamentable; yo con mis apuntes to revueltos, aprendiendo de memoria unos formulones increíbles, y cuando llego, veo que están unos tíos haciendo otro exámen. 
