No recuerdo dónde leí que es un problema social bastante gordo
, y causa de que los científicos o simples aficionados a la ciencia resultemos aburridos, o caigamos directamente mal: sabemos llamar a las cosas por su nombre, y a veces directamente sabemos por qué pasa algo. Pongamos un ejemplo sencillo del por qué.
Primera situación. Sube el telón y nos encontramos en casa de Alberto y Beatriz. Es de noche y hoy se han reunido con ellos a comer varias parejas de amigos. En un momento determinado alguien saca el tema de las antenas de los móviles (ninguno de los comensales tiene conocimientos básicos de electromagnetismo). Dos o tres de ellos comentan hechos anecdóticos que demuestran lo malignas que son las radiaciones de estas antenas. Tras cada anécdota, todos asienten reafirmando al que habla o menean la cabeza por el disgusto que estas cosas modernas traen a la vida. De ahí pasan a los microondas, y lo siguiente será hablar de... bueno, de lo que sea.
Pasan una agradable velada. Baja el telón.
Segunda situación. Sube el telón y volvemos a estar en casa de Alberto y Beatriz. Hoy han venido también Carlos y Danae. Ella es teleco y sabe un huevo sobre antenitas de telefonía y varios órdenes de magnitud más que el resto de los comensales sobre electromagnetismo. Algún cándido comensal introduce el tema de las antenas y lo malas que son. Danae calla durante un par de anécdotas.
¿Alguien podría continuar esta historia tras la siguiente anécdota
? ¿Os suena la situación? 
)
